El Paseo de la Grúa en Ribadesella.
Un recorrido temático.
Sin duda un lugar emblemático que rebosa historia. Uno de los lugares “imperdibles” de Ribadesella.
El Paseo de la Grúa se sitúa en el extremo oriental de la Ría de Ribadesella. Da acceso a la subida, a través de una empinada escalera, a lo alto del Monte Corberu. Donde, en su colina, se ubica la Ermita de Guía, patrona de los marineros.
Un Paseo que toma su nombre de la construcción homónima que se construyó a mediados del siglo XX y fue demolida en los ochenta, discurre en paralelo a la ría y andarlo es, sin duda, un deleite visual. Un placer para los sentidos. Para el olfato porque huele a mar. Para el oído por el rumor de la brisa y el oleaje del Cantábrico. Además, durante su recorrido podremos aprender un poco de la historia de Ribadesella y de la mitología asturiana, visitando los paneles de Mingote y los también llamados paneles, en este caso mitológicos, que allí se ubican.
De ida y vuelta.
Si recorremos el Paseo de la Grúa desde el puerto de Ribadesella. A la ida, desde el Centro de la Villa, iremos obteniendo una amplia panorámica sobre la Playa de Santa Marina, el monte Somos y la entrada del Cantábrico en la mencionada Ría riosellana. Sobre nuestras cabezas la figura erguida de la Ermita de Guía. A la vuelta, las vistas se alargan hasta el perfil de la primera línea de casas frente al puerto pesquero de la Villa. A nuestra derecha la Punta del Arenal, principio de la Playa de Santa Marina y al fondo la silueta de las distintas sierras que circundan el Concejo. Un murallón al sur con el imponente Pico Mofrechu dominante, un centinela pétreo de 891 metros.
El lugar es también el centro neurálgico en cuanto a la pesca de la lubina se refiere. Es frecuente toparse con la figura alargada del pescador y su caña a la espera de que, piquen……………..
Un poco de historia.
Este mítico lugar, tiene alrededor de tres siglos. Fue trazado en la época de Carlos III, entre los siglos XVIII y XIX. Y fue, propiamente dicho, el primer Paseo que se construyó en la Villa de Ribadesella.
Esta ronda que hoy sirve para el paseo relajado de turistas y oriundos tuvo otros usos, digamos, más provechosos.
Durante el siglo XIX, fue lugar de atraque de los numerosos barcos que cargaban mercancías y pasaje rumbo a América. Fragatas, corbetas, bergantines y goletas zarpaban desde Ribadesella repletos de asturianos que buscaban nuevos horizontes y una vida mejor. Se cuenta que este Paseo era un auténtico hervidero humano y se cuenta que al final del Paseo de la Grúa se celebraban bailes en honor de los emigrantes que embarcaban hacia Hispanoamérica.
El empedrado de cantos rodados colindante al mar, que aún se conserva, permitía el apoyo en el tiro de los bueyes que transportaban mercancías para ser cargados en los barcos. De igual forma, parejas de bueyes aprovechaban este camino de sirga empedrado para remolcar los buques hasta la barra portuaria. Una vez allí una trainera sustituía al tiro animal, arrastrando las embarcaciones hasta que desplegaban sus velas y zarpaban hacia ultramar.
Otro vestigio de aquella época son los “bolardos” de piedra que jalonan el Paseo en su comienzo. A estos bloques cilíndricos se les denominó “rulos de retorno”. Servían como puntos de apoyo donde se ataban los cabos que servían para remolcar los buques desde la bocana hasta el puerto propiamente dicho. Todavía hoy muestran marcas de aquellas ataduras.
Para cruzar la ría!.
El lugar también tuvo una importancia vital hasta mediados del siglo XIX, concretamente hasta 1865 cuando se construyó el primer puente para cruzar la Ría de Ribadesella. Hasta entonces en la llamada Rambla de la Barca se tomaba la barca que cruzaba la ría hasta la Punta del Arenal en la Playa de Santa Marina. De hecho, la casa que hoy alberga el Centro de formación para el consumo en Ribadesella, probablemente sirviera como almacén de aperos relacionados con esta actividad o como refugio para los barqueros. Durante el siglo XVIII la gestión estaba en manos del Gremio de Mar y Puerto de Ribadesella, ellos elegían al barquero que arrendaba el negocio, el cual como es lógico, cobraba un peaje por el paso de perdonas y mercancías.
Esta fue igualmente una de las dos formas que podían elegir los peregrinos del Camino de Santiago para continuar hacia Oviedo. La otra seguía la ribera del Sella hasta Arriondas.
Dos construcciones emblemáticas.
Tanto monta, monta tanto. Son el banco corrido de piedra que sostiene el talud derecho del paseo. Un lugar ideal para relajarse al atardecer al compás de la brisa del mar.
Otro de los símbolos perpetuos de este trozo de Ribadesella es “El farín de la grúa”. Construida en el 1905 de forma octogonal, se trata de la baliza que marca la entrada al puerto riosellano.
La construcción original fue demolida y sustituida por la actual. Hoy es una original torre de forma cilíndrica de hormigón sobre la que se aposenta la baliza propiamente dicha.
En lo alto de la baliza, se sitúa la luz roja de aviso que alcanza alrededor de 5 millas náuticas.
La Fuentina.
En el malecón también se aposenta la denominada Fuentina. En antaño, este manantial, sirvió como suministro de agua para los buques que atracaban en el paseo. En 1931 se terminó de construir lo que hoy es este grupo escultórico. Uno de los estandartes del pueblo riosellano y protagonista con nombre propio del Patrimonio artístico de la Villa. Varios escritores y poeta le han escrito y cantado a este hontanar. Pero quizás el principal relato dedicado, sea el poema en bable de Pin de Pría “La Fonte del Cay”.
Cetárea de Ribadesella.
Después de recorrer todo el recorrido al final encontraremos un muro de protección que sirve como mirador. Es un lujo pararse a contemplar la belleza del mar y su entorno. Abajo en el comienzo del acantilado aún podemos observar los restos de lo que fuera la antigua cetárea de Ribadesella.
Ruta mitológica de Ribadesella.
Una sucesión de paneles en castellano y asturianu, nos presentan a los personajes principales de la mitología asturiana. El Diañu Burlón, Les Xanes, El Cuélebre, El Nuberu, El Pesadiellu, La Güestia y finalmente el más conocido y simpático de todo el imaginario, El Trasgu.
Senda Histórica del puerto.
Dejamos para el final, lo que pudiera considerarse un museo al aire libre. Se trata de los Paneles de Mingote. Donde en seis murales de cerámica, el célebre humorista Antonio Mingote dejó plasmado esta auténtica obra de arte. Seis murales que repasan la historia local. Desde la Prehistoria a la actualidad.